jueves, 27 de mayo de 2010

La mañana ya llegó... hoy puede ser un gran día...

Cómo lo odio.

Abrir los ojos de repente y ver las mismas cuatro paredes, con la luz del día reflejada en la pared del fondo. Abres los ojos y no sabes, será mediodía, será media tarde, pero… a quién le importa realmente.

Sólo sabes que ha transcurrido cierto tiempo desde que cerraste los ojos por última vez hasta ahora, pero no sabes cuánto. Puede que intentes adivinarlo por la intensidad de la luz que se cuela, pero probablemente estés en un error.

También piensas en lo que pasaba en tu cabeza mientras dormías, te parecía mucho mejor que todo esto, todo era distinto, nada era igual que las otras veces que soñaste, cada uno de los lugares y las personas que aparecían eran distintos a la última vez que les viste soñando.

Pero ya nada de eso importa, has vuelto a la realidad, a tu realidad. Olvídate de esas curvas, de su forma de caminar o de mirarte cuando quiere hacerte el amor, se ha ido cuando se iba el sueño, ambos se han ido. Olvídate de todo, sólo estáis tú y tu realidad.

Esa realidad que lleva años atrapándote, martirizándote, asfixiándote… Esa realidad.

Intentas pensar en ese sueño que se esfuma, y en cómo ella comenzaba a morderte por todo el cuerpo, cómo dejaba pequeñas marcas en tu piel hasta que llegaba el momento de hacer el amor, pero ella se iba, o se terminaba el sueño quizás… Es posible que fuera una metáfora de la realidad, sólo que en este sueño al menos podía tocarla y notar sus manos apretadas contra mi cuerpo.

Entonces se va, y ni siquiera puedes masturbarte porque en tu cabeza la situación comienza a borrarse… Te sientes impotente, inútil… Todo lo que ocurre a tu alrededor es incontrolable para ti, escuchas voces en la habitación contigua “¿por qué no me dejan en paz de una vez?” piensas, pero ellos siguen a lo suyo sin saber que hay más gente en su casa.

El estridente sonido de la voz de uno de los dos se te mete en la cabeza y apenas te deja pensar, estás harto de oír todo eso…

Pones la música alta… Pero ni la música te abstrae, ni la música te da esperanzas para pensar que hoy será un gran día…

Sientes como una alarma recorre tu cuerpo, un sonido fuerte y potente que te avisa de que vas a explotar, pero realmente te das cuenta de que no llevas despierto ni siquiera cinco minutos, todo lo bueno que había ocurrido esa noche se ha esfumado en menos de cinco minutos y todo lo malo que ocurrirá a lo largo del día aparece también en menos de cinco minutos…

Cierto nihilismo invade tu actitud pero no te hace desprenderte de todo lo que te está atando, sigues con una cadena enredada alrededor de tu cuello.

¿Qué eres para ellos además de alguien de quien preocuparse? Ni siquiera se preocupan por lo que sientes realmente. Te hacen sentir lo que ellos quieren que sientas, pero no te dejes manipular, tú tienes personalidad y puedes evitarlo.

Ahí los tienes dándote la medicina de todos los días, intentando que te pongas mejor, pero tú sabes que sólo quieres estar mejor para tener otra oportunidad para drogarte y drogarte, y si hay oportunidad morir en el intento. La droga que sea al fin y al cabo no cuenta, sólo quieres subir a lo más alto y aprovechar tu estancia lejos de tu cárcel, no importa lo que te digan, muere cada vez que salgas. Muere porque quizás no tengas otra oportunidad de morir dignamente, y no hay mayor obra de arte que una bonita forma de morir.

Pero la culpa real es de esas cuatro paredes. Esas cuatro paredes donde se proyecta la luz que se cuela por la ventana cada mañana. Esas cuatro paredes que se han convertido en tu realidad y tu cárcel. En tu día tras día.

Éste no es un mensaje de esperanza, es más un mensaje de auxilio. Si alguien lo recibe estaré encantado de abrirle la puerta y de levantarme para charlar si recupero mis fuerzas… Pero ahora lo mejor es bajar el telón, otro día más se va, y nosotros seguimos aquí con nuestra miserable existencia…

Quizás… Hoy sea un gran día…

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