miércoles, 14 de julio de 2010

El ruido del cadáver...

Los edificios y la sonoridad de los mares de personas, del tiempo que transcurre y su “tic-tac” que se atrapa en tu cerebro. Los ojos que te miran, te juzgan, te atrapan y te convierten. El sonido de la muerte, el ruido de un cadáver arrastrándose, de un río de sangre siguiendo su curso hasta la desembocar en una nueva vida…

Las lágrimas al caer al suelo de cualquier casa, la locura por el sexo, el sexo, y el ruido. Las ciudades y sus nubes que vagan sin cesar, sin pararse. El ruido del tiempo estrellándose contra el suelo, y los ojos inquisitivos que se meten en los tuyos, que hacen de la vida una locura, y se adentran en tu locura, que no es más que sangre derramándose, creando nueva vida al fin y al cabo.

Dos personas haciendo el amor, el frenetismo de su locura amorosa, la locura de la muerte, juzgar a los demás como ellos te juzgaron, ver impasible como el tiempo transcurre a través de la sangre de otros, la muerte bajo una noche estrellada que se cuela en tu cráneo y te convierte en cero, la pasión por otra persona, por no dejar derramar sus lágrimas con tus manos y no hacer ruido, el odio por la ciudad que mata y el amor por la sangre, que silenciosamente, re-crea de nuevo la historia paso a paso.

jueves, 27 de mayo de 2010

La mañana ya llegó... hoy puede ser un gran día...

Cómo lo odio.

Abrir los ojos de repente y ver las mismas cuatro paredes, con la luz del día reflejada en la pared del fondo. Abres los ojos y no sabes, será mediodía, será media tarde, pero… a quién le importa realmente.

Sólo sabes que ha transcurrido cierto tiempo desde que cerraste los ojos por última vez hasta ahora, pero no sabes cuánto. Puede que intentes adivinarlo por la intensidad de la luz que se cuela, pero probablemente estés en un error.

También piensas en lo que pasaba en tu cabeza mientras dormías, te parecía mucho mejor que todo esto, todo era distinto, nada era igual que las otras veces que soñaste, cada uno de los lugares y las personas que aparecían eran distintos a la última vez que les viste soñando.

Pero ya nada de eso importa, has vuelto a la realidad, a tu realidad. Olvídate de esas curvas, de su forma de caminar o de mirarte cuando quiere hacerte el amor, se ha ido cuando se iba el sueño, ambos se han ido. Olvídate de todo, sólo estáis tú y tu realidad.

Esa realidad que lleva años atrapándote, martirizándote, asfixiándote… Esa realidad.

Intentas pensar en ese sueño que se esfuma, y en cómo ella comenzaba a morderte por todo el cuerpo, cómo dejaba pequeñas marcas en tu piel hasta que llegaba el momento de hacer el amor, pero ella se iba, o se terminaba el sueño quizás… Es posible que fuera una metáfora de la realidad, sólo que en este sueño al menos podía tocarla y notar sus manos apretadas contra mi cuerpo.

Entonces se va, y ni siquiera puedes masturbarte porque en tu cabeza la situación comienza a borrarse… Te sientes impotente, inútil… Todo lo que ocurre a tu alrededor es incontrolable para ti, escuchas voces en la habitación contigua “¿por qué no me dejan en paz de una vez?” piensas, pero ellos siguen a lo suyo sin saber que hay más gente en su casa.

El estridente sonido de la voz de uno de los dos se te mete en la cabeza y apenas te deja pensar, estás harto de oír todo eso…

Pones la música alta… Pero ni la música te abstrae, ni la música te da esperanzas para pensar que hoy será un gran día…

Sientes como una alarma recorre tu cuerpo, un sonido fuerte y potente que te avisa de que vas a explotar, pero realmente te das cuenta de que no llevas despierto ni siquiera cinco minutos, todo lo bueno que había ocurrido esa noche se ha esfumado en menos de cinco minutos y todo lo malo que ocurrirá a lo largo del día aparece también en menos de cinco minutos…

Cierto nihilismo invade tu actitud pero no te hace desprenderte de todo lo que te está atando, sigues con una cadena enredada alrededor de tu cuello.

¿Qué eres para ellos además de alguien de quien preocuparse? Ni siquiera se preocupan por lo que sientes realmente. Te hacen sentir lo que ellos quieren que sientas, pero no te dejes manipular, tú tienes personalidad y puedes evitarlo.

Ahí los tienes dándote la medicina de todos los días, intentando que te pongas mejor, pero tú sabes que sólo quieres estar mejor para tener otra oportunidad para drogarte y drogarte, y si hay oportunidad morir en el intento. La droga que sea al fin y al cabo no cuenta, sólo quieres subir a lo más alto y aprovechar tu estancia lejos de tu cárcel, no importa lo que te digan, muere cada vez que salgas. Muere porque quizás no tengas otra oportunidad de morir dignamente, y no hay mayor obra de arte que una bonita forma de morir.

Pero la culpa real es de esas cuatro paredes. Esas cuatro paredes donde se proyecta la luz que se cuela por la ventana cada mañana. Esas cuatro paredes que se han convertido en tu realidad y tu cárcel. En tu día tras día.

Éste no es un mensaje de esperanza, es más un mensaje de auxilio. Si alguien lo recibe estaré encantado de abrirle la puerta y de levantarme para charlar si recupero mis fuerzas… Pero ahora lo mejor es bajar el telón, otro día más se va, y nosotros seguimos aquí con nuestra miserable existencia…

Quizás… Hoy sea un gran día…

lunes, 17 de mayo de 2010

Tiempo...

?Qué ves cuando cierras los ojos¿

Nada.

Quizás veas luces y colores, tal vez sombras o formas. Pero realmente no estás viendo nada. Es como si tu cerebro proyectara imágenes sobre tu ojo que se encuentra en plena oscuridad.

?Imaginación¿ No lo sé.

?Qué te dicen esas imágenes¿

Apenas son perceptibles para mí. Al principio son luces de colores, aunque tarde o temprano se termina reproduciendo lo último que he visto antes de cerrar los ojos. Veo unos labios que me hipnotizan y que hacen que no quiera abrirlos más.
Me dicen que vaya y son tan rojos que no puedo decir que no. Ahora a su alrededor aparecen unas velas encendidas, quizás sea la hora de cenar pero aún no me he dado cuenta.
Ella me dice ven a cenar es la hora de la cena, pero quizás sólo sea su hora de la cena, ?acaso sabe cuál es mi hora de cenar¿ ?Acaso me conoce¿

No sabe nada de mí.

Es como vivir en el interior de una burbuja que para los golpes para que tú no los recibas. Quizás te pueda ocurrir algo si alguno de esos golpes te alcanza, o no, pero ella no lo sabe.

Se desvanece en mis ojos y ahora comienza a aparecer otra imagen que no identifico.

Empieza a ser una cara, una cara conocida, aunque no lo suficiente. Me dice que vaya y no puedo resistirme. Hace tiempo que vengo mirando esa cara, que cada vez que cruzo delante no puedo dejar de mirar, porque sé que me conoce, pero a pesar de eso no me dice nada.
Su voz me deja tiritando, unos escalofríos recorren mi cuerpo cuando la escucho, tan solo con que abra la boca yo ya empiezo a sentir cosas.

Y su mirada... También me hace ir con su mirada, porque sus ojos penetran en mi mente, aunque no son sus ojos, son los ojos que imagino para esa cara. También se desvanece aunque sé que resistirá en mi memoria durante mucho tiempo. Aunque ni siquiera sepa quién es.

Se desvanece...

Aparece una mujer, pero no tiene cara, un rombo negro la cubre y sólo veo un pelo largo y una piel de color verde. ?Es la muerte¿ No se mueve, pero aún así me da pavor con tan sólo mirarla. Ese pelo y esa piel la hacen parecer un muerto con un rombo de color negro en la cara.

Ahora se caen, como si fueran un montón de cartones apilados con ese rostro de rombo. No entiendo nada.

Abres los ojos vuelves al mundo real, una pantalla de ordenador, cosas tiradas encima de la mesa, una cama deshecha. Parece que el mundo se empieza a caer a pedazos. Se está desintegrando, y yo aquí perdiendo mi tiempo.

viernes, 14 de mayo de 2010

?Quién eres¿

Tú...

Estás tranquilo, bebiendo sentado en tu sitio, esperando a que algo ocurra cuando de repente notas un impulso, una energía que revolotea a tu alrededor. Piensas fríamente y miras, pero sólo ves una fosa común de gente, un montón de cuerpos sin alma ni espíritu, una masa de moribundos.

Pero notas un pinchazo, hay algo allí, entre toda esa muchedumbre hay alguien o algo que te manda un señal, que recibes pero no eres capaz de interpretar.

Debe ser una persona, debe ser quien he estado buscando todo este tiempo, alguien que no esté muerto. Lejos aparece una persona, ni hombre ni mujer, una persona, alguien sin concepto, un cerebro, unos ojos, una nariz y una boca, con capacidad para expresarse.

- ¿Quién eres? - Le digo.

Prefiere no responder, y hay silencio entre los dos, pero hay algo más. Hay algo en mi cabeza que me invita a pensar que si me habla me cambiará la vida, que de repente todo cobrará sentido como por arte de magia.

- ¿Nos conocemos?.

Sigue sin responderme, hay algo en su rostro que me resulta familiar, quizás le haya visto ya aunque le recordaría, era un híbrido mitad hombre mitad mujer, un ser humano al fin y al cabo, pero con algo que jamás había contemplado.

Representaba la tranquilidad, la vida, la muerte, la soledad... Su paz era realmente lo que se metía en mi cerebro y me molestaba, aunque me hacía sentir como en casa, como en mi infancia. Su presencia conseguía calmarme. Era la soledad, la de esos ojos de mirada penetrante, la que te llevaba de un lugar a otro de tu cerebro, descubriendo quién eres, quién eres realmente sin posibilidad de escapar..

Pero también su expresión me sugería la muerte, la soledad y la tranquilidad comenzaban a convertirse en uno, de hecho ya lo eran. La soledad eterna, la paz que te arranca los nervios y los destroza quedándolos en nada, qué era eso si no muerte, el contínuo descanso, el fin.

Y la vida, él era la vida, él era la soledad y la tranquilidad, tenía un fin, que era la muerte, pero había un camino, el camino que conducía hasta todo eso. El camino, la evolución, la regeneración de un ser, el ciclo y la naturaleza humana. Era el ser del principio y el fin, era la vida lo que se me presentó allí, y me obligó a vivirla. Ya no podía rechazarla, se volvió tan fuerte que no había vuelta atrás.

Me dió el sentido de todas las cosas, me lo dijo todo, fue la única vez que habló, y ahora todo está en calma.

Va siendo hora de atarse y encerrarse, de no seguir con esto por ahora. De cerrar la puerta. De abrir la cama. De soñar con algo mejor. Mañana puede ser un gran día.

jueves, 13 de mayo de 2010

Actos de una obsesión

ACTO II

Es difícil describir lo que sientes cuando miras a alguien a los ojos y ves la verdad. Pasaba horas mirándola, pasaba horas delante de su cuerpo, desnudo en mi mente y la miraba, y sentía su mirada sobre mi cuerpo nervioso aunque realmente no lo hiciera.

Es difícil también describir cómo te sientes cuando esa persona sonríe y tú por dentro te deshaces, te deconstruyes y no eres nada, estás a su merced. Y los sueños... Esos sueños que van y vienen, pero en los que siempre está, en los que puedo despertarme y soñar despierto que la beso. Es horrible soñar y despertar, a veces pienso en quedarme ahí encerrado para siempre, conseguir estar ahí, que estemos los dos, y que me ame como los dos sentíamos en ese sueño, en el que acariciaba su espalda desnuda, tan sólo arropada con una manta y la luz que ofrecía la noche.

¿Pero ...? No lo sé, sólo quiero probarla, probar qué me ofrece, es un reto, una experiencia, algo que vale una vida. No imaginas cuánto me arrepentiré si me olvida y jamás pruebo esa oscuridad que la rodea, esa depresión continua, esa tristeza que se mete en mis entrañas y me obliga a morirme de placer y dolor al mismo tiempo.

No merece la pena realmente, ella está atrapada por un saxofonista loco, y además pienso que nada de lo que pienso es cierto, sólo es una idealización de algo, quizás ni siquiera una persona, si no un objeto o un lugar, quizás tan sólo quiera escapar de las cuatro paredes en las que vivo encerrado sin posibilidad de salir.

¿Quién eres? No sé nada de ti, sólo se que me odias y aún así me hablas en sueños, sólo se que todo esto termina y veo el final, pero no hay nadie, sólo hay oscuridad y una luz azul que se cuela entre los dos y nos separa eternamente.

Si sigues ahí dime algo... Quizás deberíamos caminar juntos y hablar de esto.

lunes, 3 de mayo de 2010

Actos de una obsesión

ACTO I.

¡Sálvame! Me gritaba con la mirada cada vez que la veía con aquel saxofonista loco que se negaba a dejarla ir. Tenía la mirada de alguien que está atrapado, que no puede salir, y su sonrisa estaba rota desde hacía tiempo.

¡Sálvame! Sentía en mi corazón cada vez que intercambiábamos una mirada furtiva, era como si su cuerpo quisiera flotar con el mío por una atmósfera infinita, huyendo los dos de quien nos aprisiona.

Nunca pensé en follar con ella, jamás. Sólo pensaba en el amor que le profesaba en silencio, sólo en mirarla, pasarme horas haciéndolo, mirándola sin que me viese, y besarme cuando se diera cuenta.

Ansiaba pasar unos minutos con ella, no hacía falta que fueran horas, así no le daría tiempo a cansarse de mí, sólo pequeños períodos de cinco, diez minutos a lo sumo.

Recuerdo aquella noche en el bar, yo estaba drogado como de costumbre, y mi percepción de la realidad estaba tan alterada que era capaz de verme desde el techo. Ella también estaba drogada, fue muy raro porque yo sentía que ella me miraba todo el rato, con esa mirada de tristeza que la caracteriza. Me miraba y yo la miraba, pero en ningún momento pude estar seguro de que eso que estaba pasando era cierto. Cuando la miraba soñaba con tocarla, mi cabeza se iba a mundos donde estábamos ella y yo acariciando nuestras manos.

Se deslizaba encima de mi cuerpo como una pluma y yo la abrazaba.

Esa noche fue mágica, porque sentí que ella sentía lo mismo, que teníamos el mismo pensamiento en la cabeza, que las cosas que había imaginado mientras la miraba no eran sólo mías, había estado con ella y ella conmigo.

Pero el amor es lo que tiene, la vida a veces te da tan fuerte que no puedes volver a recuperarte. El saxofonista loco la seguía aprisionando, pero ella ya no parecía gritarme: ¡Sálvame! cuando la miraba. Ya no parecía suplicar ayuda, parecía feliz bromeando con el loco saxofonista.

Odiaba verla reír. Por cada carcajada se alejaba un metro de mí. Odiaba verlos juntos en cualquier sitio. Le odiaba a él y me odiaba a mí mismo. Me odiaba por no saber conquistarla, porque un saxofonista loco se la había llevado de mis brazos, me había arrancado una parte de mi vida. Me sentía vacío cuando la miraba y, en vez de mirarme ella como pasaba siempre, me miraba él. Trataba de intimidarme con su honda y profunda mirada de saxofonista loco, pero nunca fue capaz de hacerlo, ya que mi mirada debía ser mucho más horrible, y, sobretodo, mucho más vacía que la suya.

Sus piernas eran tan largas como una fría noche de perdición, y sus ojos tan tristes como la perdición en sí misma. Sentía que debía estar con ella porque éramos iguales, estábamos perdidos en un mundo que no nos correspondía, que no nos comprendía y que jamás lo iba a hacer.

Navegábamos en un mar de dudas. Yo al menos me sentía tan solo que a veces me planteaba morirme, o irme tan lejos que nadie me conociera para empezar una nueva vida.

Pero entonces llegó ella, y me hizo cambiar de opinión, me dio la vida al igual que ahora me la estaba quitando. Necesito besarla pero ni siquiera me atrevo a hablarle cuando está el saxofonista loco delante.

Pasan los días y nada avanza. Las miradas, los gestos… han cambiado. Ya no me ofrece su fuego en un solo cruce de nuestros ojos, o me grita que la salve y la haga huir de sus brazos.

Ahora pienso que es feliz con el saxofonista loco. Cuando sonríe, sigue teniendo la misma sonrisa rota de siempre, y esos ojos tristes, pero hay algo en ella que la hace parecer feliz. Ya no creo que quiera venir conmigo, que quiera sentirse completa con alguien que la entiende como yo.

Ya no creo que quiera unirse conmigo creando el ser perfecto, hecho por el amor de dos personas, haciendo desaparecer el odio que el mundo genera alrededor. Ya no creo que quiera ser yo...

lunes, 19 de abril de 2010

Corridors full of dying people...


Cae la noche. Tras meses buscándole, por fin le he encontrado. Las vísceras de su cara aún se mezclan con la pólvora y las delicadas plumas que vuelan de su almohada.

¿Qué me queda ahora? He pasado meses persiguiéndole, y realmente era el único hilo que me ataba a mi propia vida, darle caza. Quería que sintiera miedo, que me suplicara, que gritara... Y todo eso ya lo conseguí.

El sentido de mi vida en estos últimos meses tan sólo había sido darle muerte por haberme roto el corazón, mi camino, mi destino me conducía hasta sus entrañas, a clavar el gatillo en el fondo de su alma...

Pero... ¿Ahora qué soy? ¿Me he convertido realmente en un asesino?

He dedicado tanto tiempo de mi vida a ésto que ya ni siquiera se quién soy, ni siquiera se qué voy a hacer ahora, dónde iré, dónde viviré... ¿Viviré?

El hombre que ahora yace ante mí ha destrozado tantas vidas que ni se lo imagina, y, después de esto, ha terminado también con la mía... Gracias a él, ya no soy nada, ya no soy nadie. Ya no soy...